lunes, 18 de noviembre de 2013

Joaquín Jksax: “Callejeros no es una profesión, es una circunstancia”

Joaquín Jsax Gómez Blanco es un músico catalán de 57 años. Su curiosidad por la música despertó cuando por Navidad recibió la Dorremi Guerrini, una melódica con teclas de colores, con la que ya aprendió algunas canciones, y le acabó de cautivar cuando sus padres compraron un tocadiscos donde sonaban discos como Chain of Fools de Aretha Franklin, a la que define como su diosa eterna.

                                                      



Este artista se ha formado a base de educar al oído: “hago que el saxo sea una prolongación de mi cuerpo y lo toco instintivamente, como caminar o respirar”. La primera vez que actuó en el metro fue hace cinco años, en pleno agosto, en el pasillo de la parada de Gracia “a capela y sin bases, fue muy triste y patético, pues pasaba muy poca gente y hacía un calor horrible”.  

Conoció a AMUC a través de la radió, se informó, se presentó al casting y aprobó. Afirma que es una gran escuela, el metro más que la calle, porque es más duro, la gente pasa con prisas y les has de sonar muy bien para que paren, y más para que suelten alguna moneda. 


Joaquín defiende que los músicos no están valorados como se merecen y que “callejeros no es una profesión, es una circunstancia”, es decir, las leyes no les facilitan el acceso a establecimientos ni el formalizar legalmente cualquier relación laboral y se ven obligados a tocar en la calle. 



Aún así, este saxofonista no cambia la música por nada del mundo y se despide con una historia que pone la piel de gallina, Música y libertad: “Siempre que hablo de las experiencias que se viven cuando tocas en el metro, piensas que ya son pocas las que te quedan por pasar. Pero siempre, siempre hay una nueva que te marca y te deja tocado por mucho tiempo. La de hoy no podré olvidarla nunca. Ha sido agridulce, fantástica y triste a la vez. Estaba tocando mis canciones habituales, y un hombre con una chaqueta de pana clara, gorra y gafas oscuras me observaba y escuchaba tímida y atentamente. Ante tanta indiferencia, siempre es agradable que alguien se detenga a escucharte. Si algo nos gusta a los músicos es compartir lo que hacemos, transmitir nuestro sentimiento. Poco a poco, se fue alejando, pero no podía irse, pues a cada tema que empezaba, se detenía a escuchar, manteniéndose a cierta distancia, pues parecía que le sabía mal estar ahí delante de mí sin echar ninguna moneda, parecía sentirse como si estuviera “gorreando” mi música. Por fin, cuando terminé de interpretar con mi saxo la canción “IMAGINE”, se me acercó, avanzó su mano para chocarla con la mía y, emocionado y tembloroso me dijo que no tenía dinero pero que le encantaba mi música, y que si pudiera me compraría un disco, pero que no tenía absolutamente ni un céntimo. Se quitó las gafas y vi que brotaban lágrimas de sus enrojecidos ojos. Casi sin voz, continuó diciéndome que acababa de salir de la cárcel, tras un encierro de diez años, y que no sabía cómo iba a tirar adelante. Me partió el alma y, por supuesto, le di uno de mis discos. No sabía como agradecérmelo y me dijo que no lo olvidaría nunca. Me pidió si podía seguir escuchándome, que se iría un poco más lejos. Yo le rogué que se quedase cerca de mi cuanto quisiera y que para mí era un placer que me escuchase.  Así lo hizo, pero poco a poco, a medida que yo tocaba, se fue alejando, muy despacio, cabizbajo, arrastrando los pies. Adiviné que lloraba, tras sus gafas oscuras. Vi la tristeza y la desesperación. Se giró y alzó su mano para despedirse, y volvió a partirme el alma. Mientras iba a mi casa, la necesidad de escribir sobre ello me asaltaba como un rayo en la tormenta. Adiós amigo. Que tengas suerte. Te deseo lo mejor de corazón."





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